miércoles, 27 de agosto de 2008

Un organista como Premio Nacional de Música

Por decisión unánime, el jurado que presidió la ministra de Educación, Mónica Jiménez, designó hoy Premio Nacional de Artes Musicales 2008 al organista y compositor Miguel Letelier Valdés, hijo del también Premio Nacional de Música, Alfonso Letelier Llona y hermano mayor de la destacada contralto Carmen Luisa Letelier.

El académico de la Universidad de Chile es figura central en la conservación e interpretación de un instrumento en extinción: el órgano de Iglesia.

La decisión del jurado, que comunicó la ministra Jiménez, se basó en "la excelencia de su obra como compositor, intérprete y docente; la reconocida creatividad y originalidad de sus creaciones y, especialmente, por sus aportes a la música chilena en los campos de su quehacer artístico, destacando su trabajo como organista".



Con este galardón, se abren nuevas expectativas y esperanzas para un impulso en la conservación y mantención de los órganos de Iglesia en Chile, la mayoría en desuso, abandonados, y hasta menospreciados, considerados muchas veces como piezas de museo pasadas de moda.

La errónea interpretación del concilio Vaticano II por muchos sectores de la Iglesia, ha condenado a los órganos de tubo al más vergonzoso silencio, reemplazándolos por instrumentos que no se adaptan con facilidad al verdadero espíritu de la liturgia católica y a lo que ésta transmite, sino que muchas veces contibuyen a la distracción y disipación de los fieles.

Lo que no todos consideran (o que omiten) es que el mismo Concilio Vaticano II, en su Constitución "Sacrosanctum Concilium" se refiere de ésta manera al órgano: "Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales." (SC. nº 120)

En Chile, el cultivo, la apreciación y la difusión de la música para órgano es casi catacúmbica. El escaso interés del clero, y por consiguiente de los fieles, hace que el instrumento más propio, concorde, recomendado y tradicional de la Iglesia forme parte de un fatal círculo vicioso: la escasa formación musical y litúrgica en los Seminarios, contrario a lo que manda el Concilio Vaticano II ("Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás institutos y escuelas católicas; para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra."SC. nº 115), hace que en las Iglesias los órganos, y la verdadera música sacra, en genral, esté en desuso. Al estar en desuso, no se requieren músicos aptos para su ejecución. Al no haber músicos, no hay necesidad de mantener instrumentos. Al no haber instrumentos en buenas condiciones, no hay músicos que los oigan y se interesen por aprenderlos. Y así sigue el círculo...



¡Cuánto bien haría en las almas volver a escuchar los solemnes acordes del órgano! No es casualidad que la crisis de fe, el vaciamiento de las Iglesias, la escacez de vocaciones y el secularismo surjan a la par (o a raíz) de la crisis de la música sagrada.

Quiera Dios que éste premio despierte en nuestras autoridades, civiles y eclesiásticas, el interés por resucitar a éstos "gigantes mudos". Sería loable que la Catedral de Santiago diera el ejemplo, restaurando el Gran Órgano, inaugurado en la Pascua de 1850, que desde hace años ha enmudecido y yace en el más lamentable de los abandonos y descuidos. ¡Cuánto bien se haría a la misma gente! ¡Qué gran iniciativa pastoral sería! ¡Qué bien hablaría de la comunión eclesial!


No hay comentarios: